miércoles, 24 de febrero de 2016

El candor de un niño



En un mundo contaminado de malicia y resentimientos, conviene saturarnos del candor, la bondad, el desprendimiento de los niños. George Eliot, novelista inglesa del siglo XIX, cuyo verdadero nombre era Mary Ann Evans, escribió, entre sus obras de profundidad psicológica, su novela “Silas Marner”, sobre un terrible personaje que cambió su manera de ser a causa de un niño. Cuenta que una noche aquel hombre miserable llegó a su cabaña, con la ropa rota y maltrecha, lamentando el haber perdido mucho oro. Tomó un poco de leña para echarla al fuego y calentarse, cuando, de pronto, vio algo que brillaba como el oro. Pensó que de pronto había recuperado todo el oro perdido. Se aproximó y extendió sus manos para tomarlo, pero notó que se trataba de los bucles de un niño. El infante había dejado a su madre muerta en la nieve, y entró, en busca de calor, en la cabaña. El hombre tuvo el presentimiento de que esta experiencia era un mensaje de la lejanía que le enviaba el niño a su corazón. Fue tanta su emoción que todo su ser resplandecía de bondad y ternura. La presencia del menor fue capaz de transformar su corazón endurecido. El mundo en las manos de los hombres anda muy mal. Necesita ser renovado diariamente en el espíritu de nuestra mente para que lleguemos a ser sencillos y humildes.

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